Una explosión. Dentro de mi cabeza. Dentro de mi
pecho.
La tripa se
me remueve. Está hinchada. Llena de ganas caducadas, de malos pasos, de rabia.
Caen cascotes. Caen desde mi cabeza, chocan en la garganta y rebotan hasta buscar
su hueco en mi sexo vacío.
La explosión me remueve. Agita las cosquillas que no
me gastaste, los gritos que no me arrancaste hasta dejarme ronca y los arañazos que no me llegaste a marcar.
Miro el espejo, el que regalaste después de tu viaje
con tus padres. Ése de las tres estrellas azules pintadas en el dorso. La última vez que se me cayó se quedó roto en
tres partes. Pegué los trozos pero se sigue viendo roto. Se ven las uniones. El
pegamento que se salió y se secó. Si pasas la mano por encima ya no es pulido,
puedes seguir las líneas que tratan de unirlo. Pero lo guardo.
Y nadie lo sabe pero, por las noches, saco este espejo
por la ventana. A través de él miro el cielo. Las pocas estrellas que la ciudad deja
ver. Y lo muevo. Lo muevo hacia la nada,
hacia ti. Te lanzo el reflejo desde mi espejo roto en cachos y mal pegado, igual
que yo. Porque quiero que la luz te llegue. Quiero hacerte señales en morse.
Que te agiten. Que te despierten. Para decirte
buenas noches. Buenas noches por todas las veces que no te lo dije. Por todas
las veces que no te lo diré. Porque fuimos a destiempo. Nos quisimos años o días.
Qué más da. Fue sin métrica, sin solfeo.
Sin fijarme en tu melodía ni tú en la mía.
Buenas noches sin saber dónde estás. Buenas noches
sin saber cómo eres ahora. A qué te pareces. A qué sabes. Que ya no sé ni cómo
te llamas. Porque los nombres cambian según quién te los diga. Según quién te
duerma al lado. Y yo dejé de ser la Luna que tú llamabas.
Te digo buenas noches desde un espejo roto,
esperando que el reflejo te despierte, porque quiero que te lo digan. Porque quiero que te susurren buenas noches. Porque
quiero que te desgasten. Que te chupen. Que te besen. Que te follen. Que te
hagan feliz. Que te llenen la tripa pero de ganas, de pasos por dar, de risas.
Una explosión. Dentro de mi cabeza. Dentro de mi
pecho. Y caen los cascotes de mi yo
roto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario